Cristián Henríquez/Impactos del cambio climático en la ciudad

sequiaPor Cristián Henríquez / Investigador del cluster Planificación Integrada

Es interesante observar que los impactos del cambio climático cada vez son más patentes en nuestras ciudades, pero aún así no son prioridad para los tomadores de decisión y tampoco para la opinión pública nacional. ¿Por qué sucede esta situación?

A nivel internacional la comunidad científica y en especial el informe del IPCC nos alertan de los efectos negativos producto de eventos climáticos extremos, como tormentas, sequías, inundaciones, entre otros. Al respecto, el mes pasado las noticias internacionales nos informaban de una intensa ola de calor en India que ha causado más de dos mil víctimas. Sin embargo, estas situaciones pareciesen que son muy lejanas a nuestra realidad y se les da poca importancia como objeto de política pública, en circunstancias que en los últimos años hemos experimentado grandes perturbaciones de origen climático que están afectando seriamente a nuestro territorio, en especial nuestras ciudades, por ejemplo: corte de agua potable en Santiago por lluvias estivales en la cordillera (2013), gran incendio en Valparaíso (2014), aluviones en la región de Atacama (2015). Es cierto, algunas de estas perturbaciones se relacionan indirectamente con el cambio climático, otras no se sabe y otras más bien son propias de la variabilidad natural del clima y de fenómenos regionales, como La Niña y El Niño, pero no por ello se debe obviar el background climático detrás de ellas. En este sentido el hecho de distinguir que sean consecuencia del cambio climático o solo del clima pasa a ser algo secundario y lo importante pasa a ser qué medidas se toman para enfrentar tales desafíos.

Un caso interesante son las comunas de la provincia de Petorca, V Región de Valparaíso, que están siendo afectadas por eventos climáticos extremos desde hace bastantes años. Estas comunas registran nueve eventos climáticos extremos asociados a cuatro sequías (1990, 1997, 1999 y 2012), tres temporales (1984, 1997 y 2000) y dos heladas (1997 y 2007) en los últimos 30 años, que han significado que se les declare como Zonas de Catástrofe en cada uno de estos episodios. Estos eventos se traducen en enormes pérdidas económicas y fuertes impactos sobre la población. Si a esto se le suma una alta exposición de las personas, mayor vulnerabilidad socioeconómica y una baja capacidad de resiliencia local, se transforma en una situación de alto riesgo que merece una atención urgente por parte de las autoridades locales y centrales desde una perspectiva preventiva y no solo reactiva.

En este sentido, la planificación territorial juega un rol muy importante especialmente en la escala regional como comunal. Estrategias de desarrollo regional, planes reguladores, planes de desarrollo comunal, ordenanzas ambientales, entre otros, pasan a tomar un rol muy preponderante en la identificación y diagnóstico de este tipo de problemas y, por sobre todo, en la propuesta de soluciones que permitan enfrentar tales impactos y proponer medidas de adaptación estructurales y no estructurales que involucren los intereses privados, comunidad e instituciones del Estado.

Hay otros efectos que tienen menor visibilidad y en consecuencia se les presta poca atención, pero no por ello son menos relevantes. Por ejemplo, la variación de las temperaturas y los efectos sobre el confort de la población y las áreas verdes urbanas. Estos efectos no son tan dramáticos como un terremoto o tsunami, por lo que lamentablemente no se les toma tan en cuenta, pero al largo plazo pueden ser más frecuentes y críticos para la habitabilidad de nuestras ciudades. Nuevamente la planificación y gestión ambiental local tienen mucho que decir.