Juan Carlos Muñoz/Un subsidio necesario y valorado

transantiagoPor Juan Carlos Muñoz / Director del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable

Publicado en la edición del 6 de febrero de 2016 de La Tercera

Cambios disruptivos. No bastan modificaciones marginales en nuestro comportamiento y hábitos. El indesmentible calentamiento global, frente al que, en París, los gobiernos del mundo acordaron ambiciosas metas, nos obliga a repensar radicalmente nuestra manera de vivir en ciudades.

Ante este panorama el Transantiago es un sistema muy necesario que debemos fortalecer. Necesitamos desincentivar el uso indiscriminado del automóvil (con sus nocivas emisiones de gases con efecto invernadero), fomentar el transporte público, promover las bicicletas y dar mayor y mejor espacio a peatones. Lamentablemente se debe incomodar al automovilista, pues el espacio vial disponible es limitado.

Además, cuanto más viajes en automóvil, mayor la congestión y todos tardan más. En transporte público ocurre lo opuesto, cuanto más viajes menor es el tiempo de viaje para los usuarios, pues se justifican más servicios y mejores frecuencias. Es decir, se camina y se espera menos si muchos optan por el transporte público. Por esto, cada vez que un usuario cotidiano deja el transporte público para cambiarse al auto, la ciudad recibe un golpe, pues todos empeoran su situación. Hoy ya todos los sectores políticos entienden y reconocen el valor de subsidiar la operación del Transantiago. El subsidio operacional que recibe un usuario que paga su pasaje de $ 720 bordea los $ 100, cifra muy inferior a los niveles de países desarrollados. Paradojalmente, la prensa sigue presentándolo como un despilfarro público y, en contraste, se muestra la inversión en infraestructura vial para vehículos particulares como un signo de progreso.

Desde que se inició Transantiago se han alcanzado logros evidentes, pero también costosos retrocesos. Asimismo, hay desafíos que siguen pendientes.

Los logros no son menores. La capital hoy ofrece un sistema que involucra a buses y Metro, y una integración tarifaria multimodal que para muchas ciudades del mundo desarrollado es aún una lejana aspiración. Transantiago permitió que los estudiantes ya no sean discriminados y que los conductores no sean asaltados. Además, los accidentes, contaminación y ruido característicos de las micros amarillas han caído notoriamente.

Transantiago ha continuado expandiendo vigorosamente su red de Metro a un ritmo nunca antes visto. También ha ido aumentando su infraestructura para buses, pero el ritmo ha sido lento y explica en forma importante el bajo nivel de servicio ofrecido en muchos ejes de la ciudad. Transantiago requiere de ambos modos funcionando en su mejor versión.

El retroceso más severo que ha generado Transantiago es la evasión en los buses. Los altos niveles actuales parecen fuera de control en ciertas zonas de la ciudad. Este problema exige múltiples y decididas acciones disuasivas que deben ir de la mano de una mejora en la calidad del servicio. Focalizar el subsidio en el sector de la población de menor ingreso debiera ayudar, pues para ellos pagar la tarifa diariamente es difícil.

Finalmente, algunas empresas de buses prestan un nivel de servicio de baja calidad. Urge incentivar más aún la regularidad de intervalos y los servicios expresos. El Gobierno está diseñando los contratos con que se operará a partir de 2018. Estos contratos deben mantener todo lo ganado y corregir aquello que impide a Transantiago ser una marca que agregue valor a nuestra capital. Las exigencias que implica enfrentar el calentamiento global presentan una oportunidad para dar un salto importante.