Héctor Jorquera/Transporte y calidad del aire en Chile

blog_acceso y movilidadPor Héctor Jorquera / Investigador de los clusters Acceso y Movilidad y Recursos Críticos

En agosto concluyó la temporada de episodios críticos de contaminación atmosférica en Santiago; las mejores condiciones de ventilación reducen las concentraciones y, con esto, el problema se percibe menos por la ciudadanía… al menos hasta el próximo otoño. Algo parecido ocurrirá a fin de mes en las ciudades del sur del país.

En Santiago, la concentración de material particulado respirable fino (MP2.5, el que más daño causa a la salud) ha disminuido sostenidamente desde la década de 1990. Simultáneamente, la participación del sector transporte ha subido en términos relativos. Actualmente estimamos que entre el 40 y el 50% del MP2.5 en Santiago proviene del transporte; este valor, por sí solo, está entre el 65 y 85% del valor de la norma de calidad anual para el MP2.5 vigente en Chile. En otras palabras, necesitamos que el sector transporte reduzca significativamente sus aportes para cumplir con esa normativa de protección a la salud.

¿A qué se deben esos aportes del transporte? El sostenido aumento del parque vehicular genera mayor congestión, lo que causa más emisiones de todos los vehículos, debido al tipo de conducción que resulta en esas condiciones. Aunque los vehículos nuevos tienen emisiones cada vez menores (por kilómetro recorrido), todos incrementan sus emisiones en paralelo a su kilometraje recorrido. Respecto de comienzos de 1990, los vehículos emiten menos, pero hay un mayor número de ellos en las calles. Aquellos que utilizan diésel emiten varias veces más partículas finas y óxidos de nitrógeno que uno a gasolina de igual potencia. Hemos estimado que el aporte de ambos tipos de vehículos a las concentraciones de MP2.5 es prácticamente el mismo en Santiago. Luego, es justificable que los vehículos diésel paguen más impuesto por circular por la ciudad, ya que su daño marginal es mayor. Si consideramos que a medida que aumenta el ingreso de las personas, también lo hace el número de viajes motorizados, entonces el desafío para el transporte en Santiago es enorme (¿Qué pasaría si todos los conductores de vehículos a gasolina se cambian a un SUV diésel?).

¿Qué pasa en el sur de Chile? El consumo de leña ha venido causando altos niveles de MP2.5 en todas las ciudades. Al ser este un tema tan mediático, el impacto del transporte en la calidad del aire no aparece como prioritario. Sin embargo, ese impacto no es pequeño. Un estudio realizado en 1998 en Temuco mostró que el aporte del sector transporte al MP2.5 alcanzaba a 10 mg/m3, es decir, 50% del valor de la norma anual para este contaminante. Un estudio más reciente realizado por CEDEUS en el invierno de 2014 entrega un resultado similar. Luego, además del problema del consumo ineficiente de leña, es necesario pensar el desarrollo de las ciudades del sur del país, considerando que los aportes actuales del sector transporte no son despreciables.

En resumen, queda mucho camino por recorrer para llegar a un transporte sustentable en el país.