21 Ene Jonathan Barton/Desperdiciando los desperdicios
Por Jonathan Barton / Investigador principal del cluster Planificación Integrada
La combustión de un relleno sanitario abre muchos temas de debate, pero lo más fundamental sigue siendo la pregunta: ¿Por qué generamos basura y no bi-productos? Rellenos como Santa Marta son producto de un modelo en el cual nosotros tiramos todos nuestros residuos a la calle –sin separación, sin reflexión, sin valorización– donde un camión los lleva, vía un centro de transferencia, al relleno donde la materia orgánica se descompone (liberando metano – un gas que genera el cambio climático) y el resto se degrada durante siglos.
En 2005, la Política de Gestión Integral de Residuos Sólidos quería cambiar explícitamente este modelo, pero no era acompañada con herramientas adecuadas. Desde esa fecha no ha habido un cambio concreto. La meta era reciclar, reusar y minimizar, en vez de enviar todo a deposición final en relleno.
Hoy estamos en la década de la ONU de Producción y Consumo Sustentable (2012-2022) que enfatiza lo mismo. En septiembre de 2015 la misma organización lanzó las Metas de Desarrollo Sustentable que incluyen reducir a la mitad los desperdicios de alimentos (12.3), asegurar responsabilidad en el ciclo de vida de productos químicos (12.4), y prevenir, reducir, reciclar y reusar (12.5). Sin embargo, no hay un compromiso de valorizar los residuos como bi-productos: para volver a entrar en el ciclo de producción como insumo, para generar compost para los espacios públicos y jardines privados o energía, entre otras opciones.
El nuevo modelo requiere un cambio de 180 grados en cómo entendemos la producción y el consumo. Basta con los rellenos de residuos mezclados. El incendio de Santa Marta involucra una liberación de mucha energía (también de gases tóxicos), que no hemos aprovechado, que hemos desperdiciado. En vez de tratarlo como un activo, se convirtió en un pasivo nocivo.