Francisco de la Barrera/ Más naturaleza para no morir de calor

5 de enero / El Sur / El investigador CEDEUS, Francisco de la Barrera, analiza a grandes rasgos cómo se enfrentan al calor las ciudades, y cómo el cemento aumenta las temperaturas en pleno verano. 

Una de las particularidades de buena parte de Chile es que podemos disfrutar de las cuatro estaciones del año y sus cambios. Algunos sectores experimentan de manera más intensa los extremos meteorológicos. Por ejemplo, Chillán experimenta estos días temperaturas superiores a los 33°C, al igual que Santiago, pese a estar 400 km hacia el sur, donde las temperaturas deberían ser menores.

Lo concreto es que no solo Chillán, sino también Quillón, San Carlos, Yungay, Talcamávida, Santa Juana, Los Ángeles y otras comunas de las regiones de Biobío y Ñuble están con las mismas temperaturas.

Estos extremos de temperatura se intensifican en las ciudades, con promedios entre 2° a 4 °C más altos que en zonas rurales. Estos promedios, sin embargo, esconden la diversidad de espacios urbanos, dónde estas diferencias pueden ser mayores. Sitios con mucho cemento, que acumula el calor y lo libera de día y de noche, y con falta de sombra, que no solo aumenta la exposición a los rayos del sol, sino también la recepción directa de su calor, lleva a temperaturas muy superiores a los 35 °C. En cambio, sitios con más vegetación o con sombras pueden disminuir en forma significativa la temperatura promedio.

Verde, azul y gris

Tanto las causas de estos extremos de calor cómo sus posibles soluciones son conocidas. Sin embargo, pocas son implementadas debido a restricciones de presupuesto y complejidades de la planificación y gestión urbana, pero también por porfías institucionalizadas y mezquindad de diseños. Si bien ha habido avances en materia de diseño de parques urbanos y espacios públicos, el afán por restringir las posibilidades a colmar de cemento y decorar con árboles, disminuye considerablemente las oportunidades de enfrentar el problema del calor urbano.

Existen movimientos sociales internacionales que buscan eliminar, a punta de pala y chuzo, el cemento para permitir el desarrollo de la vegetación. Esta vegetación no es solo un conjunto de árboles; también incluye una amplia diversidad de herbáceas que cubren (y mejoran) el suelo y de arbustos, que tienen capacidades para reducir las temperaturas extremas. Los árboles son, sin duda, un enorme aliado para disminuir las temperaturas, especialmente por su capacidad de generar sombras.

Sin embargo, las sombras también pueden generarse con otros materiales vegetales, formando, por ejemplo, pérgolas con plantas trepadoras y enredaderas, y por qué no, también parras, como las que existen en muchos hogares de Chile Central. Asimismo, el agua funciona como un gran aliado. Por lo tanto, contar con cuerpos de agua y humedales en una buena condición ecológica contribuye al enfriamiento de los centros urbanos durante el verano.

El calor enferma y mata, como se ha demostrado en muchos países del mundo, aunque escasamente en Chile. Por eso, añadir más verde y azul, que gris no es solo una cuestión estética, sino una acción climática esencial. Permitir y facilitar la expresión de la naturaleza en los espacios públicos urbanos, no solo mejora la calidad de vida, permitiendo disfrutar así de todas las estaciones del año, sino que también puede salvar vidas.

Fuente: El Sur