22 Oct Natan Waintrub / ¿Niñeces seguras en la ciudad?

20 de octubre/ El Mostrador/ El investigador de CEDEUS reflexiona sobre la inseguridad urbana y su impacto en la vida cotidiana de niños, niñas y adolescentes, restringiendo su relación con la ciudad y limitando su derecho a habitarla plenamente.
Probablemente tú, quien está leyendo esta columna, vive, circula y transita por una ciudad. Es en una ciudad donde realizas tu vida, la habitas y compartes con otras personas. Este escenario, la ciudad, como espacio y lugar de desarrollo, para los niños, niñas y adolescentes suele estar ausente.
- En los últimos años, la inseguridad urbana ha ganado espacio en el debate público. Si embargo, poco se discute sobre cómo el miedo afecta a niños, niñas y adolescentes en sus barrios y su relación con la ciudad. Como punto de partida sobre este fenómeno, consideremos los resultados de la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana de 2024, que reporta que más del 87% de las personas de 15 o más años cree que la delincuencia ha aumentado. Desde la evidencia científica, esto muestra cómo la percepción de inseguridad parece haber tomado relevancia en la vida en ciudad.
Padres, madres y cuidadores son los responsables de velar por la seguridad de niños, niñas y adolescentes en distintas etapas de su vida. Para preescolares, esto significa que la inseguridad se traduce en una supervisión constante de los adultos en todo momento durante las salidas y juegos en las calles, plazas y otros espacios públicos. En casos más extremos, los niños y niñas ven restringidos los horarios en los que salen a la ciudad, los lugares que visitan e, incluso, se quedan encerrados en sus casas.
- Cuando pasan a la etapa escolar y se acercan a la preadolescencia, niños y niñas comienzan a ganar independencia y autovalencia. Pero estas mayores libertades vienen acompañadas, en el presente, con altos niveles de temor. Es fácil observar las diferencias que existen entre la niñez contemporánea, altamente restringida, y la mayor libertad con que contaban nuestras madres, padres, abuelos y abuelas (evidenciada internacionalmente por Shaw y colegas, 2015). Décadas atrás, los niños y niñas tenían permitido salir solos por distancias considerables; hoy, menores de la misma edad se mueven a unos pocos metros del hogar.
Ya en la adolescencia, si bien los espacios a los que niños y niñas acceden se amplían y pueden moverse solos en transporte público o ir a lugares como parques o centros comerciales, el miedo limita su capacidad de explorar la ciudad. Por un lado, los cuidadores contrarrestan sus temores con aparatos que indican la ubicación en tiempo real y mantienen a los jóvenes comunicados, como he reportado para Santiago. Por otro, los adolescentes, especialmente hombres, son vistos como un grupo peligroso, del que el resto de la población (en especial niños y niñas) debe resguardarse (Milne, 2009; Waintrub y colegas, 2025).
- Cuando la niñez está ausente en las conversaciones sobre miedos e inseguridades de nuestras ciudades y barrios, todos perdemos. Peor aún, los niños, niñas y adolescentes son víctimas invisibles de un debate en el que no participan, contradiciendo los derechos de la niñez ratificados por Chile.
La sociedad y las políticas públicas deben empezar a conocer e incorporar las visiones y percepciones de las niñeces y, quizá así, podamos crear ciudades que finalmente integren a todos.
Fuente: El Mostrador