Las ciudad que se aleja: impactos del desplazamiento del centro de actividades de Santiago a la zona nororiente

Mientras que los residentes de Las Condes demoran, en promedio, 26.6 minutos para llegar al centro de actividades de la ciudad, quienes viven en San Bernardo, Pudahuel y La Granja tardan entre  51 y 59.5 minutos. 

Un estudio recientemente publicado en la Revista Sustainability de Gonzalo Suazo-Vecino, Juan Carlos Muñoz y Luis Fuentes, analiza el desplazamiento que está experimentando el centro de actividades y servicios de Santiago hacia el sector nororiente y las consecuencias de esto en los tiempos de viaje.

Para ello se usaron bases de datos públicas para calcular indicadores de crecimiento de servicios en el corredor nororiente de Santiago, correspondiente a Alameda – Providencia – Apoquindo – Las Condes, e indicadores de tiempos de viaje de habitantes de San Bernardo, Pudahuel y la Granja, comunas que entre 1975 y 1985 recibieron a familias desde asentamientos informales en viviendas sociales. 

Concentrando los servicios

Los resultados señalan que el sector nororiente de la capital, que incluye Plaza Italia, Metro Tobalaba, Escuela Militar, Metro Manquehue y Estoril, contiene dos tercios de la superficie total de la Región Metropolitana que se destina a la construcción de servicios.

Metro Manquehue, que en el periodo 1990-1995 solo tenía un crecimiento de un 9% en construcción de servicios, entre el 2009 y el 2015 fue el sector con mayor crecimiento del eje, alcanzando un 45%. La misma tendencia se está dando en el sector de Estoril, por lo que se presume será el nuevo blanco de inversiones de servicios, alejándose aún más del centro metropolitano.

La concentración de los servicios en ese lado de la capital no es aleatoria. Los autores la distribución de los servicios está determinada en gran medida por iniciativas privada y no existen mecanismos que incentiven la dispersión de servicios en la ciudad. Gonzalo Suazo Vecino puntualiza: “estas iniciativas, al no estar reguladas reproducen las inequidades que hoy vemos en la ciudad, logrando traer el centro de actividades a pasos de su casa, sin dimensionar las implicancias que tiene en los traslados de miles de chilenos”.

La gente desplazada

La investigación también aborda el impacto que tiene el desarrollo del eje nororiente en los tiempos de viaje de los habitantes de Santiago, el cual aseguran, es heterogéneo: mientras que la gente que vive en la zona nororiente se beneficia de la nueva ubicación de servicios, aquellos que viven en el sector sur y poniente se ven perjudicados. 

Este efecto se arrastra de la reubicación de familias desde asentamientos informales hacia sectores de la periferia a través de políticas habitacionales. Entre 1979 y 1985 no hubo proyectos sociales habitacionales en el sector nororiente, excluyendo a la población de bajos recursos del eje que comienza en Alameda y llega a Las Condes, el cual, según el Censo 2002, concentra la mitad de las ofertas de trabajos de todo Santiago.

Tiempos de viaje 

La inequidad social producida por este desplazamiento también tiene efectos en el transporte. El promedio de tiempo de viaje en habitantes de Las Condes hacia el centro de servicios es de 26.6 minutos, mientras que para Pudahuel, La Granja y San Bernardo es de 59.5, 56.3 y 51, respectivamente.  

El estudio también evaluó los tiempos de viaje de personas que al 2016 habitaban los asentamientos informales más grandes de la ciudad. Aquellos en el campamento Juan Pablo II en Lo Barnechea en promedio tomaban 32.7 minutos en llegar al centro de servicios de la capital, mientras que los de San Francisco en San Bernardo entre 45 y 55 minutos y de Pueblito La Farfana de Maipú, entre 40 y 75 minutos. 

Dado que el campamento Juan Pablo II está siendo relocalizado, los investigadores recomiendan que las autoridades tomen en consideración la desventaja que los habitantes tendrían si son reubicados hacia otro sector de la capital. 

La evidencia obtenida en este estudio de Santiago es consistente con otras ciudades latinoamericanas, por lo que es claro que hay desafíos importantes en materia de integración en políticas de transporte, uso de suelo y de bienestar social, teniendo especial consideración que el estallido social que comenzó en el 2019, tiene una importante dimensión en la calidad del transporte público.