Francisco de la Barrera/Nueve metros cuadrados por habitante

FranciscodelaBarreraPor Francisco de la Barrera / Investigador posdoctoral del cluster de Planificación Integrada.

Popularmente conocido es el indicador “recomendado” por la OMS que reza que la dotación mínima de áreas verdes en un área urbana debe ser de nueve metros cuadrados por habitante. Este indicador es de uso estándar y eficaz para denunciar la falta de plazas y parques, para demandar recursos y para justificar inversiones en espacios públicos. No obstante, su origen no es suficientemente claro. ¿Cuál es su fundamento? ¿Cuánto sentido tiene que bajo ese umbral la probabilidad de gozar de buena salud sea menor? Pese a que no lo sabemos, es un criterio instalado en la opinión pública e incluso entre profesionales de los gobiernos.

Las áreas verdes se usan como un concepto en la planificación territorial y se definen como un espacio donde no se realicen actividades residenciales, industriales o comerciales y en que exista vegetación. En Chile existen incomparables catastros de áreas verdes, donde se reconocen como tales a plazas, parques, bandejones y rotondas, pero también pequeñas zonas con vegetación (menores incluso a 300 m2) o con anchos inferiores a cinco metros. También se incluyen maceteros colgantes, clubes de golf y deportivos, estadios, campus universitarios y otros centros educacionales, cementerios, quebradas, lechos de ríos e incluso bordes de autopistas. Todo suma al cálculo de disponibilidad de área verde por habitante. Pese a ello, los valores están muy por debajo de los nueve m2/hab para la mayoría de las comunas urbanas del país. Entonces, el indicador es claro y efectivo para hacer a todos conscientes del déficit.

Y si esto está mal, entonces ¿qué deberíamos considerar como área verde? En mi opinión, conviene abandonar la idea de área verde y comenzar a hablar de plazas y parques, dado que son los espacios con vegetación de interés y acceso público. Luego, ser honestos en relación a lo que esperamos de estos sitios, dado que su dotación mínima en superficie y su localización ideal dependerán de los múltiples beneficios que pueden ofrecer y lo que necesitan las personas.

El instalar el mensaje de contar con una dotación mínima de áreas verdes por habitante tomó años y tuvo frutos. Ahora, es el momento para sincerar el uso de los indicadores y complejizar el discurso. Se requieren plazas accesibles a menos de 300 metros y de uso cotidiano para los vecinos, que ofrezcan oportunidades de interacción social, mejoren las condiciones ambientales del entorno local y embellezcan los barrios. En tanto, los parques, como sitios de visita esporádica, deben proveer algunos de estos servicios, pero también otros, de índole deportiva, masiva y aportar a la conservación de la biodiversidad local. Finalmente, también se necesitan esos otros espacios con vegetación, como maceteros colgantes, campus universitarios y cementerios, así como también del arbolado público y los jardines residenciales. Todos aportan a la sustentabilidad urbana, pero de modo diferenciado y los indicadores deben dar cuenta de ello.